¿Crees que no puedes mejorar tu lectura?

¿Cómo cambiaría tu vida si pudieras leer un libro en un día? ¿Leerías más libros? ¿Estudiarías temas que siempre has deseado y has dejado para después?

Imagina, por un momento, cómo sería tu vida si hace, digamos, diez años, hubieras conseguido triplicar tu velocidad de lectura sin perder, si no, por el contrario, ganando en comprensión. ¿Cuántos libros hubieras leído en ese tiempo? ¿Cuánto tiempo de tu trabajo te hubieras ahorrado? ¿Cuánto te hubiera representado esto en dinero y satisfacciones personales?

¿Será cierto que tienes que conformarte con leer al lento paso de menos de 200 palabras por minuto y una retención limitada?

Pocas cosas en nuestra vida han resisitido el progreso tecnológico de los años recientes. En la industria se produce en un día lo que antes tomaba un mes. Los viajes que requerían de días o semanas se hacen en horas. Las comunicaciones y el mundo cibernético han puesto a nuestro alcance cantidades nunca soñadas de información y datos. El escenario del trabajo se ha transformado tan radicalmente que alguien que se haya retirado hace diez o veinte años no lo entendería nada.
Sin embargo, la educación y la comunicación de la información sigue atada a la lectura de libros y documentos. Tenemos que leer montañas de ellos, pero lo hacemos a la misma velocidad que lo hacían nuestros abuelos. Nuestras computadoras procesan la información de maneras cada día más rápidas y eficientes, pero nosotros mismos lo hacemos de la misma manera que se hacía hace muchos años.

La lectura lenta hace estragos en las aspiraciones académicas y profesionales de miles de personas. Muchos estudiantes interrumpen sus estudios antes de tiempo o desisten de proseguir con niveles superiores desalentados por la incapacidad de manejar el tiempo que le requieren los mismos. Los que alcanzan el grado y comienzan una práctica profesional, tienen que sacrificar gran parte de su tiempo de descanso para poder leer y estudiar todo lo que requiere su educación continua, so pena de caer en la obsolescencia o no cumplir con los requisitos de su profesión.

¿Estarán condenadas todas estas personas a la frustración por su lectura lenta? ¿Será que no puede mejorarse, una vez aprendida, la destreza de la lectura, tanto en velocidad como en comprensión?

Si la lectura no pudiera mejorarse en cualquier etapa de la vida, sería la única capacidad humana inmejorable. El hecho es que todas nuestras capacidades pueden mejorarse con una combinación de técnica, práctica, motivación y voluntad.

Cuando un entrenador deportivo se hace cargo de un grupo de niños encuentra, a menudo, niños que saben lo básico, practican a su manera, quieren aprender más y ponen de su parte. El entrenador no va a decir: “Oh, ya estos niños aprendieron el juego… no puedo hacer nada.” Por el contrario, va a reenseñarles el juego, va a perfeccionar su técnica, va a organizar el equipo y va a continuar motivándolos para que progresen cada día más.

Con la lectura, sin embargo, que tiene una importancia mucho mayor que cualquier juego, los maestros y los administradores de los sistemas educativos asumen, casi siempre, la actitud opuesta a la de nuestro entrenador deportivo. Razonan, equivocadamente, que esos estudiantes que leen lentamente, que muestran un bajo nivel de comprensión y que, sobre todo, no quieren leer, ya son así y que eso no se puede cambiar. La prueba está en que después de enseñarles a leer, entre los 5 y los 7 años, la destreza se considera dominada y no se sigue reenseñando, como lo hacía nuestro entrenador deportivo, ni se le presentan nuevas técnicas, ni se le motiva adecuadamente para que mejoren aún más.

Todos los años, miles de adolescentes abandonan las escuelas y, en todos estos casos, la lectura deficiente es un factor determinante. De los que siguen adelante, todos los años llegan a nuestras universidades miles de estudiantes cuyo nivel de lectura no supera el recomendado para la escuela elemental, lo que los sitúa en una enorme desventaja para completar sus metas. Mientras tanto, el sistema educativo sigue adoptando una actitud conformista y complaciente ante semejante desperdicio de capacidades.

¿Asumirás tú la misma actitud conformista y complaciente con respecto a tu propia capacidad para la lectura o la de tus hijos? ¿Cree tú, realmente, que la forma en que lees actualmente, que es la misma que aprendiste en la infancia, es la única que puedes tener y que no puedes mejorar? ¿Seguirás tú toda la vida arrastrando una lectura lenta y poco provechosa? ¿Es eso lo que quieres para tus hijos?

A través de este artículo, he tratado de exponer lo absurdo de la idea muy generalizada de que la lectura no puede mejorarse en cuanto a velocidad y comprensión. Podría añadir miles de ejemplos sacados de la rica historia de la Lectura Veloz alrededor del mundo, pero creo que con los cuestionamientos planteados es suficiente para demostrar el punto.

Solamente me queda una pregunta para ti:

¿Qué vas a hacer ya para mejorar tu lectura y la de tus hijos?

Por José R. Fortuño
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El autor ofrece cursos de Lectura Veloz, Método de Estudio y Memoria para niños, adolescentes y adultos en Puerto Rico.

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